Si Te decides a visitar las ISlas Cies, descubriras que el paraíso esta más cerca de lo que imaginas.
Cuando mis amigos Sara y Sergio me pidieron que escribiera una entrada para su blog, pensé en relatar la típica lista de tópicos que encontramos en los viajes a una región como Galicia. Pero en esta ocasión he querido escribir más desde la emoción que desde la practicidad. Ya sé que a nadie tiene por qué importarle demasiado lo que siento cuando visito estas tierras e imagino que esperan encontrar tips y recomendaciones para su próxima visita a Galicia. Pues lamento defraudarte, amigo, si es lo que buscas, te recomiendo que visites cualquiera de los miles de sitios en Internet donde encontrar guías prácticas para tu viaje.
Me encuentro mirando desde la terraza de Sergio, disfrutando de las hermosas vistas al océano, y veo en el horizonte la silueta inconfundible de las Islas Cíes, indicándonos dónde termina la ría e invitándonos a mirar más allá, al océano, a lo que para muchos hombres durante mucho tiempo fue el final de la tierra.
Me sobrecoge.
Habíamos solicitado el permiso para la visita (puedes encontrar más información para ello en el siguiente enlace). Desde el puerto de Cangas cogimos el ferry de la compañía Piratas de Navia. El viaje es muy agradable, los barcos son cómodos y no tardas demasiado en llegar al embarcadero de las islas. Recuerdo con mucha ternura la primera vez que visité estas islas, apenas recién cumplía los 18 años y fue el primer viaje al que llevé a mis padres al comprarme mi primer coche. Nada que ver, las infraestructuras tanto de barcos como de instalaciones no tienen nada que ver con mis recuerdos de aquel viaje
Una vez en la isla, optamos por seguir uno de los múltiples caminos que están habilitados para senderistas, en concreto el indicado como el Faro de las Cíes. Es difícil describir, si eres amante de la naturaleza, la sensación de libertad y desconexión que encuentras en este lugar: el aire, la vegetación, las cientos de especies de aves que puedes observar en su hábitat natural. Quedan muy pocos espacios que mantengan la esencia de la naturaleza como en estas islas, que gracias al cuidado y protección de las que han sido objeto, no se ven demasiado afectadas por la huella del hombre
Al terminar la caminata estábamos exhaustos, no tanto por la dureza de la ruta, que no la tiene, sino por nuestro mal estado de forma física. Decidimos sentarnos frente a la playa, sintiendo la sal y el viento, el olor a bosque y mar. Habíamos llevado una empanada de berberechos, un buen trozo de queso de Arzúa y un bollo de ese pan gallego que parece hecho por los ángeles, y nos dispusimos a dar cuenta de ello, con la vista fija en el océano azul que invita a soñar en nuevos mundos.
Gastamos cientos de euros, recorremos miles de kilómetros, cruzamos el planeta para encontrar el paraíso. Pero amigos, el paraíso está aquí, a la vuelta de la esquina, en la hermosa Galicia, en estas islas que nos permiten conectar con la naturaleza más salvaje y pura, junto a un amigo y un buen trozo de empanada